El escenario es como en las películas del viejo oeste norteamericano, de colonos con familias numerosas, vestidos como lo hacían hace más de un siglo, y hablando un inglés que más parece un dialecto. Esto no es en los campos de Pensilvania. Está en Loreto y Ucayali. Y ellos son grupos de la secta religiosa menonita. Todo bien hasta ahí. El problema es que silenciosamente siguen abriendo vías, derrumbando los bosques de la nación, sin ningún tipo de autorización y a su propio criterio. Ya van 3,400 hectáreas de bosque virgen y de aptitud forestal aplanadas. Han deforestado mucho más que lo que la minería ilegal ha hecho en este año en Madre de Dios.
Según refieren las investigaciones, los miembros de esta secta menonita son extranjeros que se han mudado de Bolivia aprovechándose de la debilidad institucional y corrupción en nuestro país, y quizá también porque allá ya no les queda tierra disponible, además de tener el rechazo de grupos campesinos locales. Ya han sido denunciados por las autoridades de nuestro país, pero ellos siguen operando hasta el día de hoy. No hay pandemia que los pare.
Las imágenes presentadas por la plataforma MAAP de la ONG Conservación Amazónica, como ya se ha mostrado en este medio, no requieren mayor explicación: una serie de imágenes satelitales desde el 2016 hasta octubre de este año donde se ve la expansión de grandes bloques de áreas desnudadas. En el reporte de octubre se mostraron dos frentes de deforestación, uno en Ucayali y otro en Loreto. Según un reporte de Mongabay más reciente, se denuncia un tercer frente en plena apertura en Loreto. Un tremendo descaro, a pesar de las denuncias. Se reporta que miembros de la Policía de Medio Ambiente, de la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental (FEMA) y de la Gerencia Regional Forestal y Fauna Silvestre de la región Ucayali se apersonaron en este nuevo frente hace pocos días, incluso detuvieron a cuatro individuos de este grupo religioso en pleno trabajo ilegal, además de la incautación de maquinaria. Tres días después, estas personas fueron liberadas. Si los encontraron en plena faena ilegal, ¿faltaron pruebas?
Se reporta también que estos grupos religiosos han adquirido estas y otras tierras (¿de quién?), y sin ningún permiso han procedido a arrasar con toda la vegetación para convertirlas en cultivos industriales. Además, están abriendo vías de comunicación, para expandir sus actividades. Resulta inexplicable por qué no se detiene ese abuso, y por qué hay un trato diferenciado. Cuando una operación minera es hallada en Madre de Dios, el Ejército y la Policía proceden a confiscar materiales de trabajo, e incluso dinamitar la maquinaria. ¿Quién está protegiendo a los menonitas?
La agricultura en la Amazonía es bienvenida, siempre y cuando esta se realice en tierras ya deforestadas, en zonas de aptitud agrícola y bajo criterios establecidos. Los impactos de estas actividades no solo se limitan a la deforestación. Tal como reporta Marc Dourojeanni en el medio Actualidad Ambiental, la agricultura altamente mecanizada que realizan estos grupos conlleva la compactación del suelo, contaminación de las aguas y ríos con el uso de agroquímicos, y como ha sido denunciado en Bolivia, realizan quemas con el consiguiente riesgo de incendios forestales.
Acabamos de ver que la OEFA ha impuesto una significativa multa de S/129 millones a la compañía Tamshi, parte del Grupo Melka. Han pasado siete años desde que fueron denunciados con evidencias satelitales similares a la del caso descrito. Esta vez no son compañías grandes como la United Cacao, o grupos económicos transnacionales. Viendo la poderosa maquinaria, y tipo de agricultura industrial es claro que no se trata de campesinos pobres que expanden la frontera agrícola a pedacitos: se trata de intereses con grandes capitales.
Esperemos que las autoridades pongan fin a este abuso de los bosques que son el patrimonio forestal de todos los peruanos. Y que también las organizaciones ambientales que se especializan en denunciar empresas transnacionales les pongan el ojo a los menonitas. La proximidad de esos frentes a plantaciones de palma aceitera existentes sugiere una relación.
(Foto: Yvette Sierra)