Los renombrados científicos Thomas Lovejoy y Carlos Nobre acaban de publicar en la revista Science Advances una nota que nos debe preocupar. Por varios años nos han estado advirtiendo que de continuar la deforestación en la Amazonía vamos a llegar al “punto de quiebre” (traducido del nombre inglés tipping point). Estos mismos especialistas ahora nos advierten que el temido punto ya no es una amenaza, sino una realidad. También nos dicen que a menos que el mundo colabore para revertirlo, estaremos en un punto sin retorno para la 'savanización' de la Amazonía. Esta noticia hay que tomarla muy en serio.
Se le llama tipping point a aquel nivel de alteración de los bosques amazónicos, donde la vegetación es incapaz de 'generar' su propia lluvia, interrumpiendo los ciclos de circulación de agua atmosférica, alterando el clima y marcando su propia destrucción (por desecamiento e incendios). Es sabido que cuando llueve en la Amazonía, el 75% de la humedad vuelve a la atmósfera para seguir su curso hacia el Oeste. El agua proveniente del Océano Atlántico (y de los ríos amazónicos), después de varios ciclos de llover y evaporarse (se cree que es de 5 a 6 veces), termina chocando, a manera de nubes, con una pared como son los Andes. Al eliminar la cobertura boscosa, se corta esa capacidad de regresar la humedad a la atmósfera, alterando los climas locales y luego regionales. Sin cobertura boscosa continua, se altera el ciclo y se calienta el suelo más rápido, terminando con una vegetación parecida al bosque seco del noroeste del Perú.
Si le sumamos a esta visión climática, los procesos ecológicos que son esenciales para la reproducción, regeneración, evolución y vida de los organismos que conforman los ecosistemas amazónicos, el escenario se complica más. Al cambiar el clima, cambian los ambientes y sus especies, y se quiebran esos procesos que han demorado millones de años en evolucionar. Las especies amazónicas mas icónicas solo sobrevivirían en 'islas' de bosques protegidas del cambio climático y de los incendios. Además, se pueden predecir profundos impactos en las poblaciones humanas amazónicas y su forma de vida. En suma, una catástrofe social y económica aterradora.
Es importante tener en claro que ese proceso de savanización sería el resultado de la alteración de la cobertura boscosa -la deforestación, mas no necesariamente del cambio climático. El calentamiento global acelera el proceso, pero no es el factor determinante. El incremento en la secuencia de eventos como las sequías de los años 2005, 2010, y la del 2015/16 nos han dado las señales que el punto de quiebre está llegando.
El camino a seguir
La buena noticia es que es posible detener ese proceso, y de hasta revertirlo. Ello no necesitará de un cambio radical de la sociedad, o de una lobotomía global. Hay acciones que se pueden reforzar de inmediato y están en nuestras manos. Es cierto que el mayor peso cae en el Brasil con el 67% de la Amazonía, pero el Perú, siendo el segundo país con mayor extensión boscosa (13%) puede tener un rol importante, no solo en el mantenimiento de este proceso climatológico y ecológico, sino también al marcar el paso a seguir. La presencia de los Andes, sus montañas y bosques hacen que la humedad regrese a los ríos. También por ello, es posible que el Perú sea quien salve la mayor cantidad de especies de la extinción en el mundo. Esa gradiente y topografía rugosa da las alternativas a las especies animales y vegetales para encontrar refugio en ambientes mas húmedos y menos calientes. Los Andes peruanos son el 'Arca de Noé'.
La principal tarea pendiente es reducir la deforestación. Hoy en día estamos en los niveles más altos de la historia del país con cifras que bordean las 150,000 hectáreas anuales. El hecho de que la mayor parte de la deforestación del Perú esté cerca de carreteras y vías, nos dice que la gobernanza legal y ambiental a nivel nacional, regional, provincial, municipal y comunitaria es un factor crítico. Presumo que un porcentaje significativo de esa deforestación está relacionada a la especulación de tierras, ya sea para monocultivos (cacao, palma, café, coca) de empresas y/o mafias (incluyendo el narcotráfico) que financian la deforestación para blanquear dinero. Por ejemplo, se calcula que el 70-80% de la deforestación en la Amazonía colombiana está relacionada a esa dinámica. En el Perú no se tiene idea.
Se debe promover el uso de áreas ya modificadas, las llamadas 'purmas', como áreas de producción intensiva y de bajo impacto, áreas de manejo integrado y de enfoque productivo para plantaciones forestales, o simplemente como áreas destinadas para la regeneración natural. Los especialistas sugieren que, de cada hectárea deforestada, se deben recuperar tres.
Finalmente, se sugiere incrementar la superficie y conectividad de las áreas protegidas, así como también la titulación de áreas indígenas. El interés de las comunidades de proteger sus ambientes naturales está en notorio aumento y tanto los gobiernos regionales y el nacional deben responder a ellas. Las áreas en la vertiente amazónica creadas en el 2019 por los Gobiernos Regionales y el Sernanp, Chaupe en Cajamarca, Ausangate en Cusco, y Carpish en Huánuco son un significativo avance. Aunque en algunas de ellas la protección y manejo sean aun incipientes, está demostrado que esas áreas sufren mucho menor deterioro cuando están bajo una categoría jurídica de protección, que sin ella.
El Perú y los demás países amazónicos debemos mostrarle a Brasil que estamos haciendo nuestra parte con el 33% de la Amazonía que nos corresponde y que podemos darle la vuelta al punto de quiebre.